El cordero, como fuente de nutrientes esenciales, desempeña un papel crucial en el fortalecimiento de este sistema.
El cordero es rico en zinc y selenio, dos minerales fundamentales para el funcionamiento óptimo del sistema inmunológico. El zinc participa en la producción de células inmunitarias y en la respuesta inflamatoria. Además, ayuda a mantener la integridad de las membranas celulares. Por otro lado, el selenio actúa como antioxidante, protegiendo las células del daño causado por los radicales libres. Juntos, estos minerales contribuyen a la defensa contra infecciones y al proceso de reparación celular.
También proporciona proteínas de alta calidad que son esenciales para la producción de citoquinas y linfocitos. Las citoquinas son mensajeros químicos que regulan la respuesta inmunológica. Los linfocitos, como los linfocitos T y B, son células especializadas que combaten infecciones y ayudan en la reparación de tejidos dañados. Consumir carne de cordero de manera equilibrada puede favorecer la producción y función de estas células inmunitarias.
El colágeno, presente en la carne de cordero, es vital para la reparación de tejidos. Ayuda en la cicatrización de heridas, la regeneración de la piel y la formación de cartílagos y huesos. Además, el cordero proporciona aminoácidos esenciales que contribuyen a la síntesis de colágeno. Así que, la próxima vez que disfrutes de un platillo de cordero, recuerda que estás apoyando la salud de tu sistema inmunológico y la capacidad de tu cuerpo para sanar.